Se cuenta en el pueblo que hace décadas, en las afueras, una vieja casona albergaba un oscuro secreto. Todas las noches, al filo de la medianoche, se escuchaban los gritos de una niña. Nadie la había visto jamás, pero todos la escuchaban. Aquellos valientes que se atrevían a acercarse juraban que al mirar por las ventanas rotas, podían ver el reflejo de una niña vestida de blanco.
Una noche, un hombre, escéptico de las historias, decidió quedarse hasta tarde en las ruinas. Los vecinos lo vieron entrar y nunca más salieron. Al día siguiente, encontraron su cuerpo sin vida en el umbral de la casa. Sus ojos estaban abiertos, fijos en el cielo, y en su rostro se dibujaba la misma sonrisa torcida que describían las vidas.
Desde entonces, aquellos que pasan cerca de la casona afirman sentir una presencia fría a sus espaldas, y si te atreves a mirar, dicen que podrías verla… justo detrás