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Un amor a puertas cerradas
Siempre me gustó leer historias de amor, de esas que te dejan suspirando, que te hacen imaginarte en otro mundo. Pero nunca pensé que me tocaría vivir una. Y mucho menos que sería tan complicada.
Todo empezó de la manera más inesperada. Me mudé a esta ciudad buscando nuevas oportunidades, con la ilusión de comenzar de cero en mi vida laboral. Mi nuevo trabajo era como un sueño hecho realidad, todo lo que había buscado… pero no contaba con él. Mi jefe.
Desde el primer día, hubo algo en su mirada que me atrapó. Era esa mezcla de seguridad y amabilidad, de alguien que sabía cómo controlar el caos sin perder la sonrisa. Pero yo me dije a mí misma que estaba exagerando, que eran imaginaciones mías. «Es tu jefe, nada más», repetía mentalmente. Sin embargo, cada mañana, al verlo caminar por la oficina, mi corazón latía más fuerte, como si quisiera escapar de mi pecho.
Con el paso de los días, las cosas se volvieron más intensas. A veces, cuando él se inclinaba sobre mi escritorio para revisar algún documento, su cercanía hacía que mi piel se erizara. Y cuando nuestras miradas se cruzaban, podía jurar que había algo más, una chispa que ambos intentábamos ignorar.
Me encontré pensando en él constantemente, imaginando conversaciones que nunca sucedieron, soñando con la posibilidad de algo más. Pero sabía que nunca podría suceder. Era imposible. Él era mi jefe, y yo solo una empleada más. Había reglas, normas, y la más importante de todas: no involucrar el corazón en el trabajo.
Así que aquí estoy, escribiendo esto como un desahogo. Porque a veces, el amor se siente más fuerte cuando sabes que está prohibido, cuando sabes que no puedes tenerlo. Pero, por ahora, lo guardo como mi pequeño secreto. Un amor a puertas cerradas, que solo vive en mi corazón y en estos relatos que nunca verá.
Y quién sabe… tal vez algún día la vida me sorprenda.