Robin Hood, el héroe del bosque

Había una vez, hace mucho tiempo, un joven llamado Robin Hood. Robin vivía en un gran bosque llamado Sherwood, lleno de árboles altos y caminos secretos. ¡Pero Robin no vivía solo! Estaba acompañado por sus amigos, los alegres compañeros de Robin Hood, que siempre lo ayudaban en su misión de ayudar a los más pobres.

Un día, mientras Robin caminaba por el bosque, su amigo Pequeño Juan lo llamó.

—¡Robin, Robin! —gritó Pequeño Juan, que en realidad era muy grande—. ¡El Príncipe Juan está robando a la gente otra vez!

Robin, con una sonrisa astuta, respondió:

—No te preocupes, Pequeño Juan. ¡Haremos algo al respecto!

El Príncipe Juan era un hombre muy malo. Vivía en un gran castillo y quería todo el dinero para él. Con la ayuda del malvado Sheriff de Nottingham, el príncipe robaba a las personas del pueblo y las dejaba sin nada.

Robin Hood decidió que era hora de actuar.

Un plan divertido

Esa tarde, Robin y Pequeño Juan estaban escondidos detrás de unos arbustos. Sabían que el Príncipe Juan iba a pasar por allí con una bolsa llena de oro que le había quitado a la gente.

—¡Aquí viene! —susurró Pequeño Juan, emocionado.

—¡Prepara el arco! —dijo Robin, sonriendo—. ¡Va a ser divertido!

Cuando el Príncipe Juan apareció con su gran carro lleno de oro, Robin saltó al camino.

—¡Alto ahí, Príncipe Juan! —dijo Robin, apuntando con su arco y flecha.

El príncipe, muy sorprendido, gritó:

—¡¿Quién se atreve a detenerme?!

Robin se inclinó y dijo con una gran sonrisa:

—¡Soy Robin Hood, y vengo a devolver el oro al pueblo!

El Príncipe Juan, muy enojado, gritó:

—¡Sheriff, atrapa a ese bandido!

Pero antes de que el sheriff pudiera hacer algo, Robin Hood lanzó una flecha al aire y la cuerda del carro se rompió. ¡El oro cayó al suelo!

—¡Vamos, Pequeño Juan! —dijo Robin—. ¡Rápido, tomemos el oro y llevémoslo al pueblo!

Pequeño Juan levantó la gran bolsa de oro y juntos corrieron por el bosque, mientras el príncipe y el sheriff gritaban furiosos.

—¡Volveré por ti, Robin Hood! —gritó el Príncipe Juan.

Pero Robin y sus amigos ya estaban lejos, riéndose y corriendo hacia el pueblo.

Un héroe generoso

Cuando llegaron al pueblo, todos estaban muy tristes porque el Príncipe Juan les había quitado su dinero. Pero Robin y Pequeño Juan aparecieron con la bolsa de oro.

—¡Miren lo que tenemos! —dijo Robin, abriendo la bolsa.

Los niños y las familias del pueblo se acercaron y comenzaron a sonreír.

—¡Gracias, Robin Hood! —dijeron todos—. ¡Eres nuestro héroe!

Robin, con una gran sonrisa, respondió:

—¡Solo hago lo que es justo! Todos debemos ayudarnos unos a otros.

El malvado sheriff prepara una trampa

El Sheriff de Nottingham, muy enojado porque Robin siempre ganaba, decidió hacer un plan.

—¡Voy a atrapar a Robin Hood de una vez por todas! —dijo el sheriff—. ¡Haré una competencia de tiro con arco y cuando Robin venga, lo atraparé!

El sheriff anunció la competencia por todo el pueblo. El premio era una gran flecha de oro. Robin lo escuchó y le dijo a Pequeño Juan:

—¡Es una trampa, pero vamos a divertirnos! —dijo Robin con una sonrisa traviesa.

La competencia de tiro con arco

El día de la competencia, el sheriff estaba listo para atrapar a Robin Hood. Pero Robin era muy astuto. Se disfrazó con un sombrero y una capa para que nadie lo reconociera.

—¡Ese no puede ser Robin Hood! —dijo el sheriff, viendo al extraño arquero—. ¡Este no parece peligroso!

Robin tomó su arco y lanzó la flecha. ¡La flecha voló por el aire y dio justo en el centro de la diana!

—¡Ganaste! —dijo el sheriff, muy confundido.

Pero cuando Robin se quitó el sombrero, el sheriff gritó:

—¡Es Robin Hood! ¡Atrápenlo!

Pero Robin ya estaba corriendo con la flecha de oro en la mano, y Pequeño Juan lo esperaba con dos caballos.

—¡Sube, Robin! —gritó Pequeño Juan.

Y los dos cabalgaron rápidamente por el bosque, mientras el sheriff se quedaba con las manos vacías.

El final feliz

Con el tiempo, el Rey Ricardo, que era un buen rey, regresó al reino y castigó al malvado Príncipe Juan y al sheriff. Las personas del pueblo pudieron vivir en paz y fueron felices.

Y Robin Hood, junto con sus amigos, siguió viviendo en el bosque, siempre listo para ayudar a los que más lo necesitaban.

¡Y colorín colorado, este cuento ha terminado!