Cuentos Psicológicos. El rey y el espejo roto

«El conocimiento de uno mismo es el principio de toda sabiduría.»Aristóteles

El rey Dorian era conocido por su poder, su riqueza y, sobre todo, por su deslumbrante belleza. Cada mañana, al despertar, su primer ritual era pararse frente a su espejo dorado, un espejo mágico que, según las leyendas, le mostraba siempre la imagen más perfecta de sí mismo. Dorian no podía comenzar su día sin admirarse: su piel impecable, sus cabellos perfectamente peinados, su porte noble. Para él, esa imagen reflejaba su grandeza, su autoridad y su fuerza.

El espejo había sido un regalo de un hechicero, un artefacto raro que solo existía para él. Durante años, Dorian había gobernado su reino con mano firme, pero detrás de esa imagen poderosa, se escondía una profunda inseguridad: temía que, sin su apariencia perfecta, nadie lo respetaría. El espejo era su refugio, su fuente de autoestima.

Una mañana, cuando el sol apenas iluminaba las montañas, Dorian se levantó como de costumbre y caminó hacia el espejo. Sin embargo, algo era diferente. Al acercarse, una grieta delgada cruzaba la superficie del espejo, deformando su reflejo. El rey retrocedió, incrédulo.

—¿Qué es esto? —exclamó, su voz resonando en la habitación vacía.

Intentó ignorarlo, inclinándose más cerca para mirarse solo en las partes del espejo que seguían intactas. Pero la grieta estaba ahí, interrumpiendo su imagen, como una cicatriz que no podía borrar. Llamó a sus sirvientes con urgencia, y en cuestión de minutos, una fila de expertos y magos entró en la sala del trono.

—¡Reparen esto inmediatamente! —ordenó Dorian, señalando la grieta—. ¡No puedo verme así!

Los magos trabajaron incansablemente, murmurando hechizos y usando sus herramientas más sofisticadas. Pero nada funcionaba. Cada intento de reparación solo empeoraba el problema, extendiendo la grieta o creando nuevas marcas en el espejo. Desesperado, Dorian despidió a los magos y se quedó solo en la sala, mirando su reflejo roto.

Esa misma tarde, un anciano sabio, llamado Ren, que había servido a la corte durante décadas, pidió hablar con el rey. A diferencia de los demás, no llevaba herramientas ni ofrecía promesas de arreglar el espejo. Solo traía consigo una calma que contrastaba con la desesperación del monarca.

—Majestad —dijo Ren con una inclinación de cabeza—, he oído de tu problema con el espejo. Pero temo que lo que buscas no se encuentra en los hechizos o las reparaciones.

Dorian, con el rostro crispado por la frustración, se volvió hacia él.

—¿Qué quieres decir, Ren? Este espejo me muestra tal como soy. Si está roto, mi reflejo también lo está. Necesito que vuelva a ser perfecto.

Ren se acercó al espejo y pasó suavemente su mano por la grieta, como si acariciara una herida. Luego miró al rey con una expresión comprensiva.

—Este espejo no te muestra la verdad, Majestad. Solo te ha mostrado lo que querías ver. Te has acostumbrado a una imagen que nunca fue completa. Ahora que ves las grietas, te enfrentas por primera vez a algo más real.

Dorian frunció el ceño. No le gustaba la dirección de la conversación.

—¿Estás diciendo que esto —señaló el espejo roto— es lo que soy en realidad? ¿Un rey roto? ¡No soy esto!

Ren sonrió, pero no con burla, sino con una calma sabia.

—No, Majestad. Lo que eres no está en la superficie. Las grietas no significan que estés roto, sino que estás empezando a ver las partes que habías ignorado. Has pasado años admirando una imagen perfecta, pero esa perfección no existía. Era una ilusión.

Dorian se cruzó de brazos, intentando no dejarse llevar por las palabras del anciano. Pero algo en su interior, un eco de inseguridad, comenzaba a crecer.

—Si lo que dices es cierto, entonces… ¿quién soy yo? —preguntó, casi en un susurro.

Ren miró al rey con gentileza.

—Esa es la pregunta que debes hacerte. No puedes depender de un espejo para definirte. La perfección que buscas no está en cómo te ves, sino en quién eres más allá del reflejo. La verdadera sabiduría empieza cuando dejas de buscar en el exterior y comienzas a mirar dentro de ti.

Dorian se quedó en silencio. Durante años, había creído que su poder y su autoridad dependían de esa imagen perfecta, de cómo lo veían los demás. Pero ahora, frente al espejo roto, empezaba a preguntarse si había estado equivocado todo ese tiempo.

—No puedo gobernar si no sé quién soy —murmuró el rey.

Ren asintió lentamente.

—El conocimiento de uno mismo es el principio de toda sabiduría, Majestad. Acepta tus grietas, porque ellas también forman parte de ti. Solo entonces serás un verdadero rey.

En un impulso, Dorian levantó el puño y, con un grito de furia, golpeó el espejo. El vidrio se rompió en cientos de fragmentos que cayeron al suelo con un estruendoso estrépito. Cuando el rey miró los pedazos, vio algo inesperado: su reflejo, multiplicado en cada fragmento, deformado, pero también honesto. En los pedazos, pudo ver todas las versiones de sí mismo, tanto las que mostraba como las que ocultaba.

El rey se arrodilló, sin poder apartar la mirada de los fragmentos rotos.

—¿Esto soy yo? —preguntó, tocando los pedazos con manos temblorosas.

Ren se arrodilló a su lado, poniendo una mano sobre su hombro.

—Lo eres todo, Majestad. Las partes que te gustan y las que has temido. Ser completo no es ser perfecto, sino aceptar todas tus partes, incluso las que creías rotas.

Dorian, por primera vez en su vida, dejó que las lágrimas corrieran por su rostro. No eran lágrimas de derrota, sino de una verdad que finalmente comprendía. Su poder, su valor, no dependían de cómo lo vieran los demás, ni de la perfección de su reflejo, sino de la capacidad de enfrentarse a sí mismo, con todo lo que eso implicaba.

Moraleja:
«El conocimiento de uno mismo es el principio de toda sabiduría.»Aristóteles


En este relato, el rey Dorian es un hombre poderoso, pero profundamente inseguro, que se enfrenta a una verdad incómoda cuando su espejo mágico se rompe. En un arrebato de frustración, destruye el espejo y ve su reflejo en los fragmentos rotos, lo que lo obliga a confrontar las partes de sí mismo que siempre había ignorado. El sabio Ren actúa como un guía que lo lleva a descubrir que la verdadera sabiduría y fuerza no están en la perfección exterior, sino en la aceptación de todas sus partes.

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